Cómo ayudará a conectar el planeta el Internet vía satélite

A medida que aumenta la necesidad de conectividad, el satélite impulsa la innovación del sector para llevar la banda ancha de alta velocidad a todo el mundo.

Esta ilustración de la próxima constelación ViaSat-3 muestra cómo sólo tres satélites en órbita geoestacionaria pueden cubrir la mayor parte de la Tierra.

La comunicación electrónica se remonta a 1836, cuando Sam Morse inventó el telégrafo. Pero no fue hasta principios o mediados del siglo XX cuando la demanda de conectividad empezó a impulsar la innovación a un ritmo cada vez mayor. Del telégrafo al teléfono, de la radio AM a la televisión en color, y de Internet a través de las líneas telefónicas tradicionales a la banda ancha inalámbrica. Así, los nuevos dispositivos y los nuevos métodos de comunicación han pasado de ser maravillas modernas a imprescindibles.

 

Al mismo tiempo, la simple física planetaria pone serias barreras a la comunicación terrestre mundial. La curvatura de nuestro planeta hace que la transmisión inalámbrica en la línea de visión esté intrínsecamente limitada a distancias relativamente cortas. Y la solución terrestre alternativa -llevando líneas a todos los hogares, escuelas, empresas u organizaciones- funciona bien si hay suficientes terminales de usuario en una zona determinada para justificar el gran gasto en infraestructura.

 

Por eso, para hacer frente a las demandas cada vez más complicadas del siglo XXI, se necesita aumentar esas limitaciones terrestres con una mayor dependencia de las comunicaciones basadas en el espacio.

 

La promesa de los satélites como herramientas de comunicación se hizo evidente con el vuelo del Sputnik en 1957. Al no querer ser superado en plena Guerra Fría, el gobierno de Estados Unidos comenzó rápidamente a probar satélites de comunicaciones pasivos y activos a diversas alturas. En una década, se lanzaron multitud de satélites tanto gubernamentales como comerciales a la órbita geosincrónica, incluido el Intelsat 1, un dispositivo revolucionario que anunció el uso del espacio como método clave de distribución de audio, vídeo y datos.

 

Algunos todavía recordamos los primeros días de servicios como el de la televisión por satélite en casa. A pesar de las enormes antenas parabólicas que se necesitaban, la televisión por satélite fue muy popular cuando empezó a estar disponible en los hogares. Parecía una ventana a un mundo de entretenimiento antes oculto para muchas personas. Con el tiempo, la televisión por satélite por suscripción con antenas (afortunadamente) más pequeñas se convirtió en una buena alternativa al cable para muchos estadounidenses de los suburbios y las zonas rurales. Pero realmente, esos primeros años parecían el amanecer de una nueva era.

 

 

Internet vía satélite

 

A principios de la década de los 2000, otra revolución tecnológica tuvo un impacto similar: la conexión a Internet de alta velocidad. Desde el océano hasta el campo y las montañas, casi todo el mundo quería dejar de lado el módem de 56k y la línea telefónica de una vez. Puede que la primera conexión de Internet por satélite no fuera mucho más que unos pocos megabits por segundo en cuanto a velocidad, pero seguía siendo mucho mejor que la conexión telefónica de entonces.

 

Incluso hoy en día, las conexiones de banda ancha por cable como el DSL, el cable y la fibra todavía no pueden (o no quieren) llegar a muchos hogares y empresas rurales debido a limitaciones físicas y presupuestarias. Sencillamente, no es rentable para estos proveedores de servicios de Internet llevar una línea a una zona con pocos clientes. La necesidad de proporcionar banda ancha a las comunidades que se encuentran fuera de la zona de cable y fibra se hizo aún más evidente con la pandemia, cuando millones de personas tuvieron que depender de su conexión a Internet doméstico para teletrabajar, ir a la escuela, comprar online, recibir atención médica o acceder a mucho otros servicios básicos. Las zonas rurales, con menos opciones tecnológicas viables que las ciudades, se convirtieron en la viva imagen de que nuestro mundo sigue estando mucho menos conectado a la conexión de Internet de alta velocidad de lo que, quizás, habíamos pensado.

 

 

La brecha digital

 

El Internet vía satélite cubre ese vacío, llamado «brecha digital», y lo cierto es que la velocidad, capacidad y fiabilidad de los proveedores de Internet por satélite han avanzado mucho.

 

Se espera que el servicio de Viasat, por ejemplo, dé otro gran salto de rendimiento con ViaSat-3. Esta constelación mundial de tres satélites tiene como objetivo proporcionar velocidades todavía más rápidas y más capacidad de datos a zonas que siguen siendo ignoradas por los proveedores tradicionales de banda ancha por cable. Por supuesto, también ayudará a reducir la brecha digital en países de todo el mundo.

 

Por supuesto, la banda ancha por satélite se contempla en otros escenarios más  allá de los hogares y empresas rurales. Por ejemplo, los viajeros confían en la conectividad por satélite en cruceros y aviones para mantenerse en contacto durante su ruta. Los militares, las empresas grandes y pequeñas y cualquier otro individuo u organización que necesite conectividad donde no haya servicio terrestre dependen cada vez más de esta conexión espacial fundamental. Incluso las redes 5G ultramodernas con línea de visión dependen de los satélites en algunas zonas para hacer el trabajo pesado de la red de retorno, es decir, el movimiento del contenido desde el usuario hasta la red.

 

A medida que las comunidades de todo el mundo demandan más y más acceso con mayor capacidad para transmitir enormes cantidades de datos, el satélite está preparado para desempeñar un papel clave con el que hacerlo realidad. Nacida durante la Guerra Fría y desarrollada en el cambio de milenio, la tecnología de comunicación basada en satélites está ayudando a conectar el mundo de formas que no podíamos imaginar ni siquiera hace unos pocos años.

 


Viasat

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